Levantó la mirada y pensó en la historia que le contaban de niño en Oviedo, aquella de un caballero que espantó a los moros incluso después de muerto. Quiso gritar, decirle a sus llaneros que lo pusieran de nuevo sobre el caballo, pero la sangre le inundó la garganta y el miedo que despertaba sólo con la articulación de su nombre comenzó a disiparse en la sabana mientras los patriotas huían derrotados pero felices.
2 comentarios:
Buena imagen. Potente.
Muchas gracias, nos estamos leyendo...
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