Es poco lo que hay que decir en estos tiempos, tiempos de palabras altisonantes, de declaraciones destempladas y de verdades maniqueas. ¿Pero cómo cambiamos de tema sin parecer un avestruz? ¿Son felices las avestruces? ¿O al menos viven sin sobresaltos, sin preocupaciones frente a la próxima cadena, rueda de prensa o alocución pública? ¿Cuál es el verdadero drama del avestruz? ¿No poder ignorar la realidad o no entenderla? En todo caso, no puedo ignorar lo que dicen nuestros mandatarios pero no lo entiendo, no sé de qué hablan, no sé a qué se refieren, no entiendo ni sus patriotismos ni sus soberanías ni sus lealtades ni sus compromisos. Tampoco su levedad, pero creo que eso será lo que al final haga de tantas preocupaciones una anécdota de avestruces.
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