En un interesante juego de azar, apenas un día después de recordar un pasaje de El Túnel de Sábato y utilizarlo para acompañar una foto, recibí a través del correo electrónico un artículo reivindicando a Sábato frente a los ninguneos de los que actualmente está siendo objeto por parte de escritores argentinos más jóvenes y más de moda. A raíz de una nota de Pancho O'Donell en La Nación de Argentina, Alejandro Drewes escribe un artículo donde fustiga la posición adoptada por escritores como César Aira y Alan Pauls.
Aira dice de Sábato: A Sábato nunca lo hemos tomado en serio. Y sorprende que alguien lo pueda tomar en serio. Es que tiene aristas muy risibles, esa vanidad, ese malditismo.
Mientras que Pauls argumenta: Para mí y para muchos escritores de mi generación, Sábato no es un escritor, su nombre no está asociado con la literatura, sino con cierto panteón de grandes personajes de la Argentina.
Drewes dice a su vez de Pauls y Aira: Niños mimados de la industria editorial argentina de hoy, y pretendidos y construidos adalides de las modas literarias al uso y acomodados a los vientos "progresistas" que soplan por estas latitudes, Aira, Pauls & Cia seguirán sin embargo disfrutando de su cuarto de hora antes de que la justicia del tiempo y la crítica literaria los ponga en su verdadero y olvidable lugar, una vez apagadas las luces de colores de las marquesinas mediáticas y las cortinas de humo para cazar clientes de los circos editoriales, con su correlato de premiaciones devaluadas cuando no fraudulentas.
La historia de la literatura está llena de episodios de este tipo, quizás porque la literatura, siguiendo a Kundera, es siempre una forma de metaliteratura, se escribe como se cree debe escribirse, se escribe tomando partido sobre lo que se piensa debe ser escribir. En todo caso, no deja de ser divertido pasar revista a esos enfrentamientos, las más de las veces sin mayor sentido o trascendencia.
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