La retórica de esta campaña electoral fue igual a las que he estado acostumbrado. En los últimos quince años se ha votado en Venezuela para salvar al país; acudíamos a las urnas para que al salir de ellas lo que nos esperara no fueran urnas de otra clase. A finales de este mes se vuelve a votar en Venezuela y la retórica sigue siendo la misma. Lo que me sorprendió fue llegar a este país y encontrarme la misma retórica: si gana McCain me mudo a Canadá; Obama es socialista; éstas son las elecciones más importantes de la historia; todas frases que he escuchado miles de veces sólo que con nombres cambiados (bueno, la verdad que con un solo nombre: Si gana Chávez me voy del país; Chávez es comunista; éstas son las elecciones más importantes de la historia porque si vuelve a ganar Chávez se acaba la democracia).
Pero lo que sí es completamente distinta es la atmósfera. Las elecciones más importantes de la historia se llevan a cabo sin mayores ansiedades, con todo y que buena parte de la ciudad estaba moviéndose a Grant Park para el acto de Obama. Al clima de normalidad sin duda ayuda el que las elecciones sean realizadas durante un día laboral: en la oficina donde llevo trabajando apenas dos días éramos muy pocos los que estaban pendientes de las noticias; en la noche sabrían cómo van las cosas, para qué preocuparse por anticipado. Y uno termina dudando de si en verdad está sucediendo un evento histórico o se trata del business as usual en su versión electoral.
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