El arte está seguro si permanece en un museo, ahí estará a salvo del olvido, protegido por la autoridad que le confieren las paredes que lo rodean. Es difícil huir de esa seguridad, no todos se atreven a correr
el riesgo de Joshua Bell y a encontrarse con la cruda realidad: para muchos, es en el envoltorio donde está la obra y no en la obra misma. Pero otros, prefieren ir a los museos y lograr que la gente se lleve la obra consigo, tal es el caso de la exposición
Act/React, donde un grupo de artistas centran su trabajo en la interactividad, en la relación del público con la pieza, logrando resultados realmente asombrosos. Más asombrosas aún las distintas reacciones del público: algunos se quedan frente a las obras esperando que suceda algo o quizás demasiado acostumbrados a la contemplación como norma general en un museo; otros pasan largos minutos exprimiéndole todas las posibilidades que puedan a las obras, jugando con ellas hasta convertir las salas del museo de arte en una especie de museo de los niños pero para todas las edades. Como la definión de
Puente de Julio Cortázar, en
Act/React el arte es una persona observando el arte, porque sin la persona frente a ella la obra no revela todo su contenido. Así, la obra solo existe realmente en la persona: si la experiencia no es suficientemente intensa, la obra se perderá en el olvido, incluso aunque permanezca en la sala de un museo.
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