El progreso a veces es una superposición de cosas nuevas sobre las viejas estructuras. Entonces, los viejos tiempos conviven con los nuevos sin que nos demos del todo cuenta. Así, creyendo que ciertas cosas estaban hace tiempo superadas, fui a varios sitios web buscando algunos productos que debido a la mudanza al nuevo país comencé a necesitar. Algunos fueron compras mayores, casi inversiones desde mi punto de vista, y por eso estaba realmente buscando, investigando precios y condiciones y pidiendo más información. De pronto, comenzó la invasión. De todas partes, de sitios de los cuales nunca había escuchado hablar, de tiendas donde nunca toqué puerta real o virtual, he recibido cantidad inmanejable de propuestas, de ofertas, de planes vía correo electrónico y de prédicas vía llamadas telefónicas; luego comenzaron las llamadas para confirmar que recibí correos y los correos para confirmar que recibí las llamadas. Todo un ejército de personas que suponía extinto detrás de la promesa de automatización que los sitios web que buscan, procesan y comparan productos y ofertas nos trajeron. Fui a esos sitios web para no tener que lidiar con vendedores y lo que me enviaron fue una legión completa. Ahora, estoy escondido, no abro correo ni contesto teléfono hasta estar seguro de que no se trata de uno de ellos persiguiéndome con su más reciente irresistible oferta, pero siempre alguno logra saltar todas mis defensas.
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