Mi esposa cuenta que su profesor de historia del arte vive retando a los numerosos artistas que asisten a la clase: ¿Ustedes quieren ser artistas atormentados? Hagan como Van Gogh, ¡córtense una oreja!
Más allá de la provocación, queda la evidencia de que la historia del arte y de la cultura están llenas de personas atormentadas, por lo cual es tentador hacer de la creación y el sufrimiento una relación causal. Más aún cuando uno se encuentra con informaciones como la posible delación que Milan Kundera hiciera de un estudiante ante el gobierno comunista checo de la época, ayudando con ello a una condena que por poco fue a muerte. Si bien Kundera ha negado la acusación, no es difícil imaginarse una obra como la del escritor construida sobre la base de una culpa llevada por años. Así, todos los libros donde Kundera denuncia y desnuda el sistema de desconfianzas personales que fue el totalitarismo soviético y de sus satélites, terminarían siendo un desgarrador grito en busca de la tranquilidad de consciencia.
Pero resulte cierta o falsa la información, queda la obra de Kundera para hablar por sí misma; eso sí, de resultar cierta, el hombre detrás de la obra tendrá bastante trabajo que hacer para limpiar su nombre.
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