He descubierto que el segundo idioma se comporta con la forma de una función seno o coseno. Las más de las veces, las palabras se mueven por el centro de la curva, las escucho sin problemas y las digo casi sin pensar, entendiendo y haciéndome entender. Pero claro, las más de las veces uno habla de cosas conocidas, de los temas de siempre, de lugares comunes. Muy de vez en cuando, las palabras llegan en ángulos que me permiten sentirlas desde la cresta de la ola, entiendo todo incluso desde la distancia y puedo expresarme como me gusta hacerlo en mi lengua materna, jugando con los sonidos y los significados de las palabras, con dobles sentidos y sobreentendidos, mezclando registros de la calle con referencias cultas. Sin embargo, hay días, largos días, en que los ángulos en que recibo y lanzo las palabras del segundo idioma me llevan al fondo de la curva, desde allá abajo no entiendo ni la expresión más simple y no me hago entender ni para recibir la pena ajena. En esos días me siento obligado a callar y me pregunto si alguna vez podré sentirme realmente bilingüe.
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