Era solo cuestión de tiempo que el Presidente produjera otro éxito editorial. Por eso, mi cuento El Presidente está leyendo a los poetas malditos termina con este párrafo:
"--En un día, en un día nada más, recorrí todas las librerías y distribuidoras de libros de Caracas y compré todos los ejemplares disponibles de Una temporada en el infierno, tengo comprometida a media Cámara del Libro con ediciones de emergencia, tengo la sala llena de libros y ya había contactado a dos buhoneros para salir a vender los libros apenas el Presidente volviera a mencionar a Rimbaud. Y ahora resulta que no, que el Presidente no va a leer el libro. Me la debes, Luis, me la debes."
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