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2 de abril de 2009

Pyongyang


En el mundo quedan pocos lugares de los cuales no haya siquiera unas tomas de archivo para colocar en la televisión si de pronto ese lugar se vuelve noticia. Y lo más extraordinario de las pocas imágenes disponibles de Corea del Norte y de su capital Pyongyang, es que el país continuamente es noticia. Por ese empeño de la dictadura totalitaria de Corea en cerrarse al mundo hasta tal punto que no existan casi imágenes del país, se vuelve aún más importante el cómic de Guy Delisle, Pyongyang, donde narra el año que pasó en Corea del Norte. Contra la memoria y el lápiz de un artista ni el largo brazo de Kim Il-Sung puede. Un libro maravilloso, narrado y dibujado con una maestría que no le debe nada al de por sí garantizado interés que despierta una crónica de un viaje a Corea del Norte.
De las diversas anécdotas y testimonios del libro, particularmente me impresionó la visita de Delisle al metro de la ciudad. Para acceder a él hay que bajar larguísimas escaleras, porque está hecho para que sirva de refugio una vez llegado el por sesenta años inminente ataque nuclear del mundo capitalista. Pyongang es una ciudad completamente oscura por los continuos recortes de energía, sin embargo el metro está iluminado como un palacio e inexplicablemente tiene el lujo de uno. Eso sí, el recorrido por la red subterránea dura una sola estación, a ningún extranjero se le permite viajar más de una, tampoco visitar el metro una segunda vez, por lo que queda la duda si, como tantas magnas obras de dictaduras totalitarias de izquierda o de derecha, el metro de Pyonyang no es más que otro pueblo Potemkin y no tiene más que dos estaciones.
El libro también sirve para desnudar la eterna doble moral en el enfrentamiento entre el capitalismo y el comunismo. Delisle está ahí como parte del equipo de animadores de una compañía francesa que no tiene problemas para realizar parte de su trabajo en la cerrada economía de Corea del Norte, aprovechándose de los bajos costos de mano de obra, tan bajos que en un momento dado sólo les cuesta un saco de arroz por trabajador, un tesoro para cualquier ciudadano de aquel país. Un libro increíble, un testimonio imprescindible.

3 comentarios:

Yai dijo...

Sólo imaginarme una situación similar de verdad que me da mucho que pensar... tanto la rutina diaria que viven los coreanos como la incertidumbre a futuro que pueden tener en sus mentes... cosas como ese libro te hacen pensar que hay una realidad mucho más compleja que la que te rodea y de la que te quejas comunmente....

Luis Alejandro Ordóñez dijo...

Compleja e inabarcable, se hace muy difícil ponerse en los zapatos de alguien que nació y creció en un régimen totalitario; ese intentar saber cómo juzgan su propia realidad es parte muy interesante del libro.
Muchos saludos

Anónimo dijo...

En Korea del Norte no existen los patrones explotadores como en cualquier pais capitalista , En korea del Norte no hay drogadictos ni niños pidiendo por las calles,Viva Korea del Norte ,Viva Kim Il Sung,,Viva Kim Song Il ,,,Viv el Socialismo y el Juche!!!!!!