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16 de diciembre de 2008

50.000.000.000

En la estafa que por un total de 50 billones de dólares realizara el aparentemente muy respetado inversionista Bernard Madoff hay un nosequé de poesía que me llama mucho la atención. Primero, por la simpleza del mecanismo, un sencillo esquema de pirámide sumado al cultivado prestigio de Madoff fue suficiente para dejar sin ahorros a unos cuantos ricachones muy codiciosos y superpendientes del comportamiento de los mercados. Es una especie de "volver a las bases", una propuesta estilo Matrix: no nos dejemos engañar por la tecnología, el destino de la humanidad sigue estando en la interpretación del oráculo y en la aparición de un mesías. Y su perdición, diría Madoff, en el esquema de la pirámide.
Pero por si fuera poco, Madoff parece haber estado movido por un sentido trágico de su destino. Como Bodhi en Punto de Quiebra, Madoff quiso surfear su última ola hasta donde lo cogieran las aguas turbulentas y simplemente no pudiera salir. Al ser arrestado, sus palabras parece que fueron "No tengo una explicación inocente", mientras ya circula en la web un video donde hablaba de la imposibilidad de realizar una estafa que no fuera descubierta.
Pareciera que Madoff quiso ver si ese sistema tan sofisticado que son las altas finanzas internacionales era capaz de descubrir una estafa sencilla. Sí fue capaz, cincuenta billones de dólares más tarde.

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