Si tienes un Chevrolet Cavalier, una cuenta en Citibank, pensabas usar una gift card de Circuit City y lees el Chicago Tribune todas las mañanas, tal vez sea mejor que te bañes con cariaquito morado, porque todas estas empresas o marcas están en serios problemas económicos, unas ya protegidas mientras tratan de mantenerlas a flote, otras pidiendo o recibiendo ayuda del gobierno de los Estados Unidos. Uno de los argumentos de los dueños de las tres grandes empresas automotrices estadounidenses (General Motors, Ford y Chrysler) para solicitar recursos federales en vez de optar por el Capítulo Once, fue que nadie en su sano juicio compraría un carro de una marca cuyo fabricante se declaró en bancarrota. Razón no les falta.
Pero me pregunto yo, ¿hasta dónde es inteligente comprar un carro de un fabricante que está pidiendo ayuda para mantenerse en el negocio? Y si ya tienes el carro, ¿hay que venderlo o no importa, después de todo siempre habrá mecánicos por ahí? ¿Y cuándo se convierte en estupidez el mantener tu dinero en un banco que acaba de ser auxiliado con unos 20 billones de dólares? ¿Usarán parte de esa millonada para abonarle el interés a mi cuentica? ¿Y qué leer en un periódico editado por una empresa en bancarrota? La sección de negocios seguro que no. Tampoco el horóscopo.
En tiempos como estos, se ve que el motor fundamental de un economía es la confianza.
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