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27 de diciembre de 2008

Hotmail me deseó feliz navidad

Por alguna razón que desconozco, mi clave de hotmail dejó de funcionar. Bien pudo ser un ataque de un hacker sin demasiadas aspiraciones, una broma de oficina en la que aprovecharon la sesión abierta para cambiarme la clave sin decirme, o una malfunción del teclado. Pero tras varios intentos y después de casi una semana de esperar por una especie de milagro de la programación que resolviera el asunto, me di por vencido y decidí realizar el proceso de recuperación de la clave. Ahí empezaron mis verdaderos problemas.
El de hotmail fue mi primer correo web y lo abrí por lo menos hace seis años, por lo que el proceso de llenar preguntas de seguridad y esas cosas debo habérmelo tomado muy a la ligera, y si no fue así, simplemente no lo recuerdo en absoluto. Por eso, no me extrañó del todo cuando me informaron que me acababan de enviar las instrucciones para reiniciar mi clave de acceso a la misma dirección a la que no lograba entrar. Así, no me quedó otra que escribirle desde alguno de los otros correos que tengo al servicio de asistencia de Microsoft, que, muy atentos, me respondieron a los pocos días.
En su mensaje me informaban que para poder dar curso a mi petición tenían primero que verificar que realmente yo era el dueño de esa cuenta de correo. Para ello, me mandaron una serie de preguntas, entre las cuales se incluían la dirección IP de las computadoras donde me suelo conectar a Internet, los contactos de mi lista de correos, direcciones de remitentes que pueda haber en la bandeja de entrada del correo, carpetas que haya creado para ordenar mi correo, las preguntas secretas de seguridad y paro de contar. Respondí de la forma más precisa que pude y por supuesto no pasé la prueba. Para Microsoft, yo no había logrado demostrar que mi cuenta de correo en realidad me pertenecía, por lo que me recomendaban que me olvidara de ella y abriera otra. Por lo menos seis años de usar esa dirección, de utilizarla para n cantidad de servicios y de que n cantidad de personas la posean como mi única seña, se desvanecieron así de simple, tan simple como abrir una nueva dirección de correo.
No satisfechos, Microsoft quiso convertir el daño en burla y días después recibí otro correo del servicio de asistencia pidiéndome que llenara su encuestica de satisfacción del cliente. No la he llenado todavía, no quiero descubrir que las opciones de la encuesta no son suficientes para expresar la rabia que todavía tengo con esta gente. Pero en unos días la llenaré.

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