En una reciente entrada me preguntaba si con un precio del barril de petróleo sincerado en el presupuesto nacional, Hugo Chávez sería capaz de gobernar al estilo que nos tiene acostumbrados: dando sorpresivos anuncios a medio camino entre la demagogia redentora del pueblo y el más simple y puro despilfarro. Bueno, los viejos vicios son difíciles de vencer y cuando el precio del barril OPEP se está cotizando a unos 34 dólares por barril (y el de la cesta venezolana siempre es un poco menor que el de la cesta OPEP) y el presupuesto nacional habla de un crudo para 2009 en los 60$ -es decir, que si no hay saltos abruptos, el ingreso nacional comenzará el año recibiendo por barril alrededor de 30$ menos de lo esperado- el presidente Chávez vuelve a agitar la economía y la confianza nacional con uno de sus intempestivos anuncios: la próxima expropiación del Sambil de La Candelaria.
Dentro de los pobres planteamientos para justificar el hecho y la supuesta irreversibilidad de la decisión, destaca esta versión del gobierno de la austeridad en tiempos de vacas flacas que si ya no corren se aproximan a velocidad vertiginosa a Venezuela. Porque de la expropiación de industrias cementeras y metalúrgicas, de campos petroleros, de ingenios azucareros, de redes bancarias, ahora se pasa a anunciar con bombos y platillos y la violencia discursiva que tiene diez años destruyéndonos como nación, la expropiación de un edificio todavía sin terminar.
Con ese edificio en manos del proceso revolucionario venezolano el futuro sí está a salvo y Chávez y su proyecto ya podrán dormir tranquilos, porque ningún plan del imperio y de la oligarquía por sacarlo del poder podrá dar resultado, ya que el pueblo, atrincherado en su Bastilla del antiguo Sambil de La Candelaria, hará que la revolución dure para siempre y con ello que Chávez esté en el poder incluso hasta más allá de su muerte, que seguro ya le estará encargando a alguna de sus salas situacionales el diseño de la Misión Cid Campeador.
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