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21 de septiembre de 2008

Carne en el buzón

No sé cómo empecé a recibirlos. Quizás por algún enlace que seguí, alguna encuesta que llené, alguna compra que hice. Lo cierto del caso es que desde hace años recibo mensajes de una famosa carnicería estadounidense ofreciéndome los más variados cortes en las más atractivas ofertas. Necesité menos de un mes en Estados Unidos y un par de idas al supermercado para sucumbir frente a una inigualable oferta. Hice el pedido y tres días después la cava con mi carne estaba en la casa, enviada a través del correo con etiquetas advirtiendo que el contenido era extremadamente perecedero. Pero más allá del aviso, nadie, ni en la carnicería ni en el correo, deben haber temido que el hielo seco que envolvía el contenido cedería antes de que el paquete llegara a su destino, porque de lo contrario no lo habrían enviado. Yo, en cambio, desconfié hasta que abrí la cava y pude ver la carne, incapaz de imaginar que semejante sistema pudiera ser eficiente. Después de todo, crecí con Ipostel y si uno crece con Ipostel uno sabe que si quiere que las cosas lleguen las envías por correo privado y pagas el precio o las envías tú mismo y por eso Caracas está llena de motorizados yendo de aquí para allá llevando tarjetas de crédito, facturas, invitaciones, notificaciones, contratos, encargos, repuestos, propagandas y cualquier cosa que se pueda montar en la moto manteniendo el equilibrio.
El paquete, con sus sirloins, el cochino, las hamburguesas, el pollo, las salchichas, unos cortes preparados con relleno y sus papas está ahora en la congeladora de la casa, esperando por el festín, los festines, que ese carnero nos dura para unas cuantas sentadas.
Aquí, algunas fotos del paquete, que por cierto, vino con un juego de cuchillos de regalo:

2 comentarios:

araya dijo...

estan amenisimos estos posts de asombro!

Luis Alejandro Ordóñez dijo...

qué bueno que los estés disfrutando. Creo que el asombro durará bastante tiempo. Un gran saludo