Hace mucho que se volvió un lugar común decir que todos los libros son varios libros a la vez, pero no otra cosa se puede decir del libro Diario de un mal año de J.M.Coetzee, que es al menos tres libros: el libro de pensamientos sobre la vida y la actualidad que el escritor entrega a la transcriptora; el que se produce por la reflexión del escritor y la transcriptora sobre el libro transcrito; y el que habla sobre la relación entre ambos y un tercero en discordia: el novio de la transcriptora. Más allá de las muy interesantes reflexiones de Coetzee, de las cuales ya he citado algunas aquí, incluso antes de leer el libro, y de las que transcriptora y escritor hacen (Por ejemplo: "El maquillaje puede ser una mentira, pero no si todo el mundo lo usa. Si todo el mundo usa maquillaje, el maquillaje se convierte en la manera en que son las cosas, y ¿qué es la verdad sino la manera en que son las cosas?"), la parte central del texto es ese tercer libro que permite el encuentro entre el escritor y el novio de la transcriptora donde este último le enrostra el papel de intelectual, de gurú, de consejero moral de la sociedad que el escritor pareciera tomar en el libro transcrito. ¿Es Coetzee mismo reclamándose ese papel? Interesante pregunta en un mundo donde solemos convertir a los escritores en especie de faros de sabiduría y de claridad, papel en el que tan gustosos caen muchos de ellos aunque sus opiniones sobre el mundo no sean ni más esclarecidas ni más elaboradas ni más inteligentes que las del común de las personas.
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