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21 de junio de 2010

Chile quebró la fútil resistencia suiza

En un juego de brega pura, de golpes y faltas, de juego poco fluido pero donde ambas selecciones nunca renunciaron a sus convicciones, Chile por fin rompió la resistencia de la valla suiza. Porque ambas selecciones jugaron a lo que saben, Suiza a defenderse esperando un error del rival y Chile a atacar buscando a su vez exasperar al contrario. Chile ganó en ambas cosas, si bien un despiste al final pudo darle a Suiza el empate.

Chile sabe provocar, a veces provoca hasta el abuso, si no recordemos al Cóndor Rojas. Contra una selección que se mete atrás, que aglomera y encima, que corta juego pero le cuesta abrir espacios, es fácil jugar a la provocación. En muchos momentos se vio a los suizos sacados de sus cabales tras recibir el pitazo del árbitro y los manotones de Behrami hacia los jugadores que lo marcaban por detrás no fueron intentos de agresión, fueron síntomas de incomodidad, de desesperación ante un rival que hace lo mismo que tú, pero con inteligencia y argumentos para la creación. La expulsión servirá para explicar el fracaso suizo. Mas lo cierto es que en el planteamiento suizo sobra un jugador: el delantero. Hecho el cambio de Barnetta sustituyendo a Frei y tomando el lugar de Behrami, todo volvió a ser como Suiza quiere.

Suiza jugó al offside y Chile cayó una y otra vez en fuera de juego, hasta que en una lo rompieron con un jugador adelantado que no intervino en la jugada pero desubicó la referencia suiza y permitió la entrada en diagonal y el centro que cabeceó González al fondo de la red.

Ver a la selección suiza es como dicen que termina siendo vivir en Suiza: qué orden, qué orden, pero sáquenme de aquí. Sólo del orden no se puede vivir, ya dije esto respecto a Japón, y Suiza nada, nada tanto en sustantivo como en verbo para morir en la orilla de la falta de argumentos ofensivos. La fortuna los acompañó en el gol contra España y aquí Chile les resolvió y no tuvieron cómo responder porque simplemente no tienen con qué responder.

Los árbitros le cogieron el gusto y comienzan a ser en exceso protagonistas.

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