El mecanismo de esta Holanda es como el de los aparatos que uno repara en casa: funcionan, pero ¿para qué son todas estas piezas que sobran? El mediocampo de Holanda es redundante. Van Bommel y De Jong, Sneijder y van der Vaart, Kuyt pegado más a van der Wiel que cerca de van Persie. Y el ataque queda desasistido, van Persie naufragó en un partido para el olvido donde lo más holandés que hizo fue jugarse innecesariamente la segunda amarilla: se ha dicho que las vuvuzas están molestando a los jugadores, pero al menos a uno lo salvaron de ser expulsado.
Cuando Elia entró por van der Vaart Holanda mejoró, porque Elia despobló el centro del campo naranja y pudo traer algo distinto. Eso será lo que traerá Robben al volver a estar disponible, claro, antes de que vuelva a lesionarse.
Holandeses y daneses tienen una linda idea del fútbol, después de todo son parte de una tradición que incluye a Johan Cruyff, los hermanos Laudrup, van Basten y muchos otros. Pero en este juego todo se quedó en eso, una idea. Pocas veces he visto transmisiones donde tantos jugadores hayan sido enfocados haciéndole señas a los compañeros: más adelante, más atrás, ven, vete, en línea, todo un concierto de movimientos. Pero igual que con los fiscales de tránsito, tanta seña no se transformó en una mejor circulación. El colofón lo puso Cruyff en la grada, con su brazo en alto y su mano extendida incrédulo ante lo que estaba viendo.
El otro gran momento del juego también sucedió en la grada: Platini y Zidane conversando. Zidane tenía la cabeza peligrosamente inclinada hacia adelante, pero era solamente en señal de respeto.
Que el primer gol de Holanda fuera un autogol con una bola que rebotó como un pinball no fue mala suerte, fue sintomático. Los daneses jugaron todo el partido a que el balón saliera a cualquier parte. Si Cruyff quedó con su mano paralizada, no quisiera saber cómo quedó Michael Laudrup si estaba viendo el juego.
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