Dos pelotas paradas, así llegaron los goles y de otro modo no pudo haber sido. Italia y Paraguay, dos selecciones acostumbradas a romper el juego del contrario, que les gusta defender y marcar, pero que siempre suelen dar algo de espectáculo arriba, esta vez dieron una exhibición de pocos recursos ofensivos. Italia solo lo intentó con disparos de larga distancia de Pepe y Monteolivo, Paraguay lo intentó una vez y metió el gol.
La experiencia ha enseñado que a Italia no se le puede nunca juzgar por su primer partido, pero pocas veces un primer partido de Italia ha sido tan pobre. Que la primera alternativa de cambio haya sido Camoranesi muestra que no es mucho más lo que el técnico Lippi tiene a mano.
Se ha hablado mucho de la edad italiana y hoy dieron más material para seguir hablando: Buffon obligó a su equipo a perder un cambio en el portero, Zambrotta se sumó pero se dosificó hasta lo sospechoso, y me pregunto si las piernas de Cannavaro no respondieron como debían en el gol paraguayo, porque la verdad que se quedó atornillado casi sin explicación. Pero el problema está también en los relevos. Pepe y Monteolivo fueron ganas y lucha, poco más, y el lateral izquierdo, Criscito, hizo suspirar por el mundial que se lanzó Grosso en el 2006.
Paraguay se olvidó tanto de la pelota que Lucas nunca se dio cuenta de que el balón le pasó por al lado en el gol de De Rossi. Marcar al hombre hasta darle por completo la espalda a la jugada no es marcar más.
En la práctica, Paraguay terminó jugando con diez, porque con los cambios ya consumidos Santana se lesionó y siguió en el campo tratando de hacer lo que pudiera. Paraguay entonces supuestamente renunció al ataque. Supuestamente, porque ya lo había hecho hacía mucho tiempo.
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