Argentina tuvo que conformarse

Un gol en una pelota parada luce poca renta para los esfuerzos de Messi y los otros diez tipos que lo acompañan.

Cuando Messi toma el balón, se vuelve un asunto entre él y el portero, porque pareciera que sólo una gran atrapada pondrá fin a la jugada. Y el portero de Nigeria, Enyeama, puso el "no" una y otra vez a los intentos de Messi.

Enyeama tiene una mirada triste, incluso inmediatamente después de que le roba un gol a Messi. Él sabe que es solo cuestión de tiempo para que sus compañeros lo vendan, como en el tiro de esquina donde Heinze cabeceó tan solo que el dejarse caer en media palomita fue más cuestión de lucirse que de alcanzar el balón.

Verón es el jugador permuta, él se asegura de que todos los vestidos de albiceleste toquen el balón antes de avanzar un palmo de terreno. Verón avanza con tanta lentitud que por momentos Argentina se olvida de que está atacando. Mascherano no se suma, Di Maria se escondió durante todo el partido, Tévez se escora demasiado hacia la derecha aunque con sus ganas siempre trata de participar, y queda un largo trecho entre el centro del campo y el ataque que Messi tiene que desandar para recibir el balón y llevarlo él mismo hasta la jugada de gol. Por suerte, pareciera que Messi es capaz de hacer en cualquier momento un gol tipo Maradona a Inglaterra o Maradona a Bélgica, pero no se puede ser épico todos los partidos y Messi falló el último toque, el de la gloria.

Nigeria lució aterida, derrotada desde los vestuarios. El único peligro que medio generaba venía por las deficiencias de Jonás en la marca, un carrilero que necesita que le cuiden permanentemente las espaldas. Pero los minutos le pesaron a Verón y su recambio Maxi Gutiérrez abrió aún más la brecha entre la línea de ataque y la de contención argentina, e inexplicablemente y sin mérito propio Nigeria creció y llevó peligro. La entrada de Burdisso por el anónimo Di Maria corrigió el desbalance y todo estuvo listo para el pitazo final. 1-0, una renta que debió haber sido mayor.